Una explicación psicológica para la Ley de Moore

La Ley de Moore dice más o menos que el coste de producción de los microprocesadores se divide a la mitad a intervalos regulares de tiempo, del orden de 18 meses. También puede plantearse en términos de potencia computacional de éstos. Esta ley se cumple también desde la segunda mitad del siglo XX para varios tipos de elementos hardware relacionados con la computación. Ahora se plantea que esta ley podría tener una sencilla explicación psicológica.

La Ley de Moore, formulada en 1965 por Gordon E. Moore, cofundador de Intel, establecía originalmente que el número de transistores por unidad de superficie en circuitos integrados se duplicaba cada año. Posteriormente, en 1975, modificó su ley, afirmando que el ritmo bajaría, y que la capacidad de integración se duplicaría aproximadamente cada 24 meses. Esta progresión de crecimiento exponencial es lo que se considera la Ley de Moore. Es una ley empírica, y su consecuencia directa es que los precios bajan al mismo tiempo que las prestaciones suben: la computadora que hoy vale 2000 € costará la mitad al año siguiente y estará obsoleta en dos años. En 26 años el número de transistores en un chip se ha incrementado 3200 veces.

La idea importante es que las tecnologías parecen avanzar de manera exponencial, y esto resulta curioso. El significado de una tendencia exponencial es sencillo: el cambio de una variable es proporcional a su magnitud. Las cosas grandes cambian rápidamente, las cosas pequeñas cambian lentamente. El ejemplo más sencillo es la desintegración radiactiva: el número de desintegraciones en un conjunto de núcleos es proporcional a la cantidad de núcleos. Lo interesante es que lo mismo ocurre para la capacidad de los discos duros, la resolución de las cámaras fotográficas digitales y otros dispositivos de nuestro día a día.

Existe una ley equivalente en psicología cognitiva, la Ley de Weber-Fechner, que establece que las variaciones que podemos percibir en la magnitud de un estímulo físico son proporcionales a esa magnitud. Es decir, un estímulo grande tendrá que sufrir una variación grande para percibir su cambio, mientras que un estímulo pequeño podrá variar en menor grado antes de que notemos su variación. Las luces brillantes requieren un cambio sustancial para que notemos la diferencia, mientras que para las luces débiles notamos su variación con un menor cambio.

De esta manera, cuando una persona piensa invertir dinero en tecnología, donde las características de los dispositivos son notablemente cuantitativas (cantidad de espacio en megabytes, número de pixels del detector de una cámara, etc.), muy probablemente se encuentra sometida a esta ley de Weber-Fechner. De esta manera, solamente estaremos dispuestos a invertir nuestro dinero cuando el cambio, a nuestros ojos, sea significativo frente a lo que ya conocíamos. Esto probablemente es percibido por los productores, de manera los productos que se ponen a disposición de los consumidores serían aquellos que incorporan cambios verdaderamente “apreciables”.

Lo único que queda fuera de la explicación es el “ritmo” fijo a que la Ley de Moore afirma que se producen estos cambios.

Ver:

  • A law of comparative judgment, L.L. Thurstone, Psychological Review, Volume 34, Issue 4, July 1927, Pages 273-286, ISSN 0033-295X, DOI: 10.1037/h0070288
  • On the psychophysical law, Stevens, S. S., Psychological Review, Vol 64(3), May 1957, 153-181, DOI: 10.1037/h0046162

 

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *