Un océano de lava bajo la superficie de Ío

La sonda espacial Galileo, de la NASA, ha descubierto un océano de lava líquida, o semi-líquida, bajo la superficie de Ío, uno de los satélites galileanos de Júpiter.  Esta capa de lava tendría al menos 50 km de profundidad, con lo que representaría más del 10% del volumen de la luna joviana, y podría alcanzar una temperatura superior a los 1200 ºC.

El descubrimiento, dirigido por científicos de las universidades UCLA, UC Santa Cruz y Michigan – Ann Arbor, y realizado a través de los datos tomados por la sonda espacial Galileo, en órbita alrededor de Júpiter desde 1995, es la primera prueba que confirma una sospecha que existía desde hace tiempo.

“La lava oceánica ardiente de Ío mueve la electricidad millones de veces mejor que las rocas terrestres”, destacó Krishan Khurana, principal autor del estudio y antiguo co-investigador del equipo del magnetómetro de Galileo. Añadió que al igual que las ondas que desprende el detector de metales del aeropuerto hacen que reboten las monedas en el bolsillo, delatando su presencia, el campo magnético de Júpiter mueve constantemente las rocas de lava que hay dentro de Ío. “La señal intermitente puede ser detectada por el magnetómetro de una nave espacial cercana”.  La nave Galileo detectó en el campo magnético giratorio del inmenso planeta una señal intermitente. La señal coincide con los criterios calculados para las rocas de lava líquida o parcialmente líquida de debajo de la superficie.

Junto con los volcanes de la Tierra, los de Ío son los únicos volcanes de magma activos conocidos. Ío produce alrededor de 100 veces más de lava por año que todos los volcanes de la Tierra juntos.  Mientras que los volcanes terrestres se sitúan en zonas calientes concretas como el ‘Anillo de Fuego’, en el Océano Pacífico, los volcanes de la luna joviana se distribuyen a lo largo de toda su superficie. La existencia del océano de lava que se sitúa entre 30 y 50 kilómetros por debajo de la corteza de Ío explica la gran actividad del satélite joviano.

Los volcanes de Ío los descubrió la Voyager 2 en 1979, y la energía desarrollada por la actividad volcanica se sabe que proviene en último término de las tensiones gravitatorias al orbitar la luna alrededor de Júpiter.

Treinta años después, entre 1999 y 2000, la sonda Galileo detectó las inexplicables marcas del campo magnético, al cierre de la última fase de la misión (que se dio por cerrada en septiembre de 2003), pero los modelos de interacción entre Ío y el inmenso campo magnético de Júpiter que baña a su satélite con partículas muy cargadas, no eran lo suficientemente sofisticados como para entender lo que podía sucedeer en el interior de Ío, declaró Xianzhe Jia, uno de los autores del estudio.  Pero una reciente investigación demuestra que al derretir las llamadas rocas “ultramíficas”, de origen ígneo, aparece una considerable corriente eléctrica. Este hallazgo condujo a Khurana y su equipo a barajar la siguiente hipótesis: la extraña marca la produjo una corriente eléctrica que flotaba dentro de una capa de lava fundida.

Ver:

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *