Una de las paradojas de la pandemia de gripe A puede haber encontrado explicación. La pregunta que todos nos hacíamos era: ¿por qué la gripe A no se cebaba con personas mayores y enfermos crónicos, y en cambio actuaba con gran virulencia frente a jóvenes y adultos de mediana edad que gozaban de buena salud? La respuesta: una reacción incontrolada de su sistema inmune.
Tras aparecer numerosas teorías para explicar la capacidad de el virus H1N1 para afectar a personas jóvenes y sanas, científicos estadounidenses y argenticos creen haber encontrado la causa, como publican en una comunicación en la revista Nature Medicine. Según estos investigadores, los daños pulmonares que provocaron la muerte de los adultos sanos durante la pandemia de 2009 fueron provocados por una reacción exagerada de sus defensas naturales. La explicación a esta reacción podría ser la existencia en los afectados de anticuerpos preparados para defenderse de otros virus gripales, aunque ineficaces contral el H1N1. La respuesta de estos anticuerpos no protectores frente al nuevo virus provocó una cascada de reacciones incontrolada que terminó en un ataque directo a los pulmones.
En los mayores no se dio esta circunstancia, porque el virus de 2009 se asemejaba al de la gripe de 1956. Y en el caso de los niños, no había habido tiempo de que entrasen en contacto con muchos virus, con los que su sistema inmune aún no poseía una gran cantidad de esos anticuerpos, y no había riesgo de que se produjera la reacción.
Por fortuna, la pandemia de 2009 no dejó muchas víctimas en el mundo, aunque algunos de los casos más graves que necesitaron hospitalización y cuidados intensivos se dieron en personas sanas de entre 17 y 50 años.
Con cierta periodicidad, sobreviene una pandemia de gripe con una elevada proporción de pacientes jóvenes y adultos de mediana edad que mueren, y se pensaba que esas muertes se debían a una especial agresividad del virus de la temporada o al oportunismo de infecciones bacterianas que seguían a la infección. Lo que no era esperable es que se produjera en pleno siglo XXI, con acceso a tratamientos y antibióticos que no había habido en otra pandemia de gripe. Tampoco podíamos esperarnos que, en realidad, teníamos el enemigo dentro.
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